Novenas y Hora Santa
Novenas
Por la señal de la santa Cruz…
Señor mío Jesucristo…
Oración para empezar todos los días: ¡Oh Corazón divino de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias!, concededme un corazón semejante a Vos mismo, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.
Oración particular para el día primero: ¡Oh Corazón sacratísimo de Jesús, que, con fervientes deseos y ardientísimo amor, deseáis corregir y desterrar la sequedad y tibieza de nuestros corazones! Inflamad y consumid las maldades e imperfecciones del mío, para que se abrase en vuestro amor; dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra Vos, ¡oh amantísimo Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a santa Margarita María de Alacoque.
Oración para todos los días al Padre Eterno: ¡Oh Padre Eterno!, por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazón, os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conoceros. Por este divino Corazón deseo satisfacer a Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres; os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro divino Hijo, y os pido humildemente la conversión de todas por el mismo suavísimo Corazón. No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; haced que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con Vos eternamente. Amén.
Petición que se desea obtener con esta novena
Oración final para todos los días de la novena: ¡Oh Corazón divino de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles!, ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas!, ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús!, yo profundamente os adoro con todos los espíritus de mi pobre corazón, yo os alabo, yo os ofrezco las alabanzas todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial y todas las que os puede dar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.
Antífona: Mi corazón sufre improperios y miserias; he estado esperando alguno que se contriste conmigo, y no hay ninguno; alguno que me consuele y no viene nadie.
Aprended de Mí, que soy manso y humilde de Corazón. Y hallaréis paz para vuestras almas.
Oración: Señor nuestro Jesucristo, que, por un beneficio singular de tu amor, te has dignado revelar a la Iglesia, tu esposa, las inefables riquezas de tu Corazón: concédenos propicio, que nuestros corazones merezcan enriquecerse con las gracias celestiales que manan de esa dulcísima fuente. Señor que vives y reinas, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.
Oración para el segundo día: ¡Oh amabilísimo Corazón de Jesús, celestial puerta por donde llegamos a Dios y Dios viene a nosotros!, dignaos estar patente a nuestros deseos y amorosos suspiros, para que, entrando por Vos a vuestro Eterno Padre, recibamos sus celestiales bendiciones y copiosas gracias para amaros. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra Vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Oración para el día tercero: ¡Oh Corazón Santísimo de Jesús, camino para la mansión eterna y fuente de aguas vivas!, concededme que siga vuestras sendas rectísimas para la perfección y para el cielo, y que beba de Vos el agua dulce y saludable de la verdadera virtud y devoción, que apaga la sed de todas las cosas temporales. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra Vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Oración para el día cuarto: ¡Oh Corazón purísimo de Jesús, espejo cristalino en quien resplandece toda la perfección!, concededme que yo pueda contemplaros perfectamente, para que aspire a formar mi corazón a vuestra semejanza, en la oración, en la acción y en todos mis pensamientos, palabras y obras. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra Vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Oración para el día quinto: ¡Oh dulcísimo Corazón de Jesús, órgano de la Trinidad venerada, por quien se perfeccionan todas nuestras obras!, yo os ofrezco las mías, aunque tan imperfectas, para que supliendo Vos mi negligencia, puedan aparecer muy perfectas y agradables ante el divino acatamiento. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra Vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Oración para el día sexto: ¡Oh Corazón amplísimo de Jesús, templo sagrado donde me mandáis habite con toda mi alma, potencias y sentidos!, gracias os doy por la inexplicable quietud, sosiego y gozo que yo he hallado en este templo hermoso de la paz, donde descansaré gustoso eternamente. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra Vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Oración para el día séptimo: ¡Oh Corazón clementísimo de Jesús!, divino propiciatorio, por el cual ofreció el Eterno Padre que oiría siempre nuestras oraciones, diciendo: “Pídeme por el Corazón de mi amantísimo Hijo Jesús; por este Corazón te oiré, y alcanzarás cuanto me pides!. Presento sobre Vos a vuestro Eterno Padre todas mis peticiones, para conseguir el fruto que deseo. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra Vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Oración para el día octavo: ¡Oh Corazón amantísimo de Jesús, trono ígneo, inflamado en el amor de los hombres, a quienes deseáis abrasados mutuamente en vuestro amor!, yo deseo vivir siempre respirando llamas de amor divino en que me abrase, y con que encienda a todo el mundo, para que os corresponda amante y obsequioso. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra Vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Oración para el día noveno: ¡Oh Corazón dolorosísimo de Jesús, que para ablandar nuestra dureza y hacer más patente el amor con que padecisteis tantos dolores y penas para salvarnos, los quisisteis representar en la Cruz, corona de espinas y herida de la lanza, con que os manifestasteis paciente y amante al mismo tiempo!, dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra Vos, correspondiendo agradecido a vuestro amor, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Por la señal de la santa Cruz…
Señor mío Jesucristo…
Oración: Oh Santa Margarita María, a ti que el Sagrado Corazón de Jesús te hizo partícipe de sus divinos tesoros, te imploramos nos obtengas todas las gracias que necesitamos de ese Adorable Corazón, y en particular la gracia de………… Con ilimitada confianza las pedimos a este Corazón. Que el Sagrado Corazón nos las conceda por tu intercesión, para que El sea glorificado y amado a través de tí. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
“Santa Margarita, ruega por nosotros” (3 veces)
Oración para el día primero: ¡Oh Bienaventurada Margarita María, que al solo nombre de pecado quedabas traspasada del más profundo dolor! consígueme a mí y a todos los pecadores un grande aborrecimiento al pecado y la gracia de no contristar ya jamás al Corazón amabilísimo de Jesús con mis infidelidades; y lo que deseo en esta Novena, si es para gloria de Dios y bien de mi alma. Amén. Concluir con las oraciones finales para todos los días.
Oración final para todos los días: (Padrenuestro, Avemaría y gloria. Pedir aquí la gracia que se desea obtener con la novena). Ruega por nosotros Santa Margarita María, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Oh Dios que por una bondad inefable quisisteis manifestar a los hombres los inmensos bienes que en tiempo y eternidad conseguirán por la devoción al Corazón de Jesucristo vuestro Divino Hijo, y os valisteis de vuestra sierva Santa Margarita María para darlo a conocer; os suplico me concedáis por su intercesión que yo la practique amando y desagraviando al Corazón Divino, para que, sirviéndoos fielmente durante mi vida, logre poseeros en la bienaventuranza, donde vivís y reináis con el Hijo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
Oración para el día segundo: ¡Oh Bienaventurada Margarita María, que tanto agradaste al Corazón dulcísimo de Jesús por tu sincerísima humildad! Impétrame la gracia de imitarte y la de grabar profundamente en mi corazón estas palabras del divino Maestro: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón; y la gracia que pido en esta Novena, si es para la gloria de Dios y bien de mí alma. Amén.
Oración para el día tercero: ¡Oh Bienaventurada Margarita María, que no tenías mayor consuelo ni deseabas nada con más ansia, que sufrir mucho por Jesucristo! Ayuda mi flaqueza y alcánzame la gracia de soportar con paciencia, y aún con alegría, las tribulaciones y adversidades que Dios quiera enviarme, y la gracia que deseo, si es para su gloria y bien de mi alma. Amén.
Oración para el día cuarto: ¡Oh Bienaventurada Margarita María, que fuiste una víctima de obediencia a tu celestial Esposo y a tus Superiores! consígueme que yo triunfe de mi orgullo, y obedezca dócilmente a la Santa Iglesia y a todos los que tengan para mí el lugar de Dios. Amén. Concluir con las oraciones finales para todos los días.
Oración para el día quinto: ¡Oh Bienaventurada Margarita María, elegida entre millares para ser el Apóstol de la devoción al Sagrado Corazón! alcánzame un amor grande a este Corazón Divino, de modo que pueda experimentar los frutos de tan saludable devoción, y la gracia que te pido en esta Novena, si es para gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.
Oración para el día sexto: ¡Oh Bienaventurada Margarita María, que dejaste escrito: «la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, no es solo una devoción de oraciones, sino principalmente una de devoción de perfecta imitación», impétrame la gracia de imitar las virtudes de este Corazón divino, y especialmente su dulzura, su humildad y su ardentísima caridad. Amén.
Oración para el día séptimo: ¡Oh Bienaventurada Margarita María, que por tus virtudes mereciste el privilegio de tener a Dios siempre íntimamente presente y la de hacer tu morada en el Corazón de Jesús! ¡Ah! despréndeme, por tu intercesión, de todo afecto al mundo y a mí mismo, de modo que no obre sino en la presencia de Dios y en unión con el Corazón Sagrado de Jesús; y lo que deseo conseguir en esta novena, si es para su gloria y bien de mi alma. Amén.
Oración para el día octavo: ¡Oh Bienaventurada Margarita María, que por tu fidelidad a la gracia llegaste a la más alta y heroica santidad! Compadécete de mi inconstancia y consígueme que yo comprenda bien que, de ser fiel y dócil a la gracia, depende mí santificación y mi felicidad eterna. Alcánzame también lo que tanto deseo si es para gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.
Oración para el día noveno: ¡Oh Bienaventurada Margarita María, que hallabas tus delicias en la oración, y particularmente en la adoración del Santísimo Sacramento! alcánzame una sólida y constante devoción a este augustísimo Misterio, a fin de que sea mi único consuelo en la vida, y mi dulcísimo refugio en el momento de la muerte. Consígueme también la gracia que te pido en esta Novena, si es para gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.
Oración para el último día de la novena: ¡Oh Santa Margarita María, que por una especial predilección fuisteis escogida de Dios para propagar la devoción y culto del Sacratísimo Corazón de su Hijo Santísimo! Por el encendido amor que os infundió el Espíritu Santo hacia el Divino Corazón de Jesús, por las grandes contradicciones y trabajos que sufristeis en llevar a cabo vuestra empresa, por los méritos eminentes y corona inmortal con que os halláis dichosamente adornada en la gloria, os suplico me alcancéis del Señor un amor ardiente, tierno y constante al Sagrado Corazón de Jesús, y que a imitación vuestra se haga mi corazón semejante al suyo; y que recibiendo copiosamente sus influencias, me consagre del todo a su amor y servicio y viva sólo para Él, y muera en el seno de su amor, a fin de que mi alma pase a glorificarle eternamente en el cielo en vuestra compañía. Amén. Concluir con las oraciones finales para todos los días.
Por la señal de la santa Cruz…
Señor mío Jesucristo…
Oración para todos los días: Señor y Padre nuestro, tú que hablaste al corazón de tu fiel servidor, San Claudio de la Colombiere, para que fuese testigo de la abundancia de tu amor; haz que los dones de tu gracia iluminen y consuelen a tu Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Oración para el primer día:
Acto de confianza: Estoy tan convencido, Dios mío, de que velas sobre todos los que esperan en Ti, y de que no puede faltar cosa alguna a quien aguarda de Ti todas las cosas, que he determinado vivir de ahora en adelante sin ningún cuidado, descargándome en Ti de todas mis solicitudes. «En paz me duermo y al punto descanso, porque tú, Señor, me has afirmado singularmente en la esperanza» (Sal 4,10).
Lectura: He resuelto estudiar los medios para hacer recaer la conversación sobre cosas que puedan edificar, sea quien sea aquel con quien me encuentre; de tal modo, que nadie se separe de mí sin tener más conocimiento de Dios que cuando llegó, y, si es posible, con mayor deseo de su salvación.
Propósito: Dios está en medio de nosotros y parece que no le reconocemos. Está en nuestros hermanos y quiere ser servido en ellos, amado y honrado, y nos recompensará más por esto que si Le sirviésemos a Él en persona. Que cada uno considere en su hermano a Jesucristo.
Oración final para todos los días: Adiós, ruegue a Dios que me haga la gracia de morir enteramente a mí mismo. El Espíritu Santo llene su corazón del más puro amor de Dios. La paz de Nuestro Señor Jesús reine siempre en su corazón. Todo suyo en la cruz y en el Corazón de Jesús.
Oración para segundo día:
Acto de confianza: Despójenme en buena hora los hombres de los bienes y de la honra, prívenme de las fuerzas e instrumentos de serviros las enfermedades; pierda yo por mi mismo vuestra gracia pecando, que no por eso perderé la esperanza; antes la conservaré hasta el último suspiro de mi vida y vanos serán los esfuerzos de todos los demonios del infierno para arrancármela.
Lectura: La predicación es inútil sin la gracia, y la gracia no se obtiene sino por la oración. Si hay tan pocas conversiones entre los cristianos es porque hay pocas personas que oren, aunque hay muchas que predican. (Cuán agradable a Dios son estas oraciones!; es como cuando a una madre le ruegan que perdone a su hijo.
Propósito: Dios está en medio de nosotros, o mejor dicho, nosotros estamos en medio de Él; en cualquier lugar donde estemos nos toca: en la oración, en el trabajo, en la mesa, en la conversación. Hagamos a menudo actos de fe; digamos con frecuencia: Dios me mira, aquí está presente. No hacer nunca nada, estando a solas, que no quisiéramos hacer a vista de todo el género humano.
Oración para el tercer día:
Acto de confianza: Que otros esperen la dicha de sus riquezas ode sus talentos, que descansen otros en la inocencia de su vida, o en la aspereza de su penitencia, o en la multitud de sus buenas obras, o en el fervor de sus oraciones; en cuanto a mi toda mi confianza se funda en mi misma confianza: «Tú, Señor, me has afirmado singularmente en la esperanza» (Salmo 4,10).
Lectura: No tengo alegría semejante a la que experimento, cuando descubro en mí alguna nueva flaqueza, que se me había ocultado hasta entonces. Creo firmemente y siento gran placer al creerlo, que Dios conduce a los que se abandonan a su dirección y que se cuida aun de sus cosas
más pequeñas.
Propósito: «Si tu ojo fuere sencillo, todo tu cuerpo será claro» (Mt. 6,22).No buscar sino a Dios, ni siquiera buscar sus bienes, sus gracias, las ventajas que en su servicio se encuentran como la paz, la alegría, etc., sino a Él.
Oración para el cuarto día:
Acto de confianza: Confianza semejante jamás salió fallida a nadie. «Nadie esperó en el Señor y quedó confundido» (Ecles2,11).
Lectura: En reparación de tantos ultrajes y de tan crueles ingratitudes, adorable y amable Corazón de Jesús, y para evitaren cuanto de mí dependa el caer en semejante desgracia, yo os ofrezco mi corazón con todos los sentimientos de que es capaz; yo me entrego enteramente a Vos. Y desde este momento protesto sinceramente que deseo olvidarme de mi mismo, y de todo lo que pueda tener relación conmigo para remover el obstáculo que pudiera impedirme la entrada en ese divino Corazón, que tenéis la bondad de abrirme y donde deseo entrar para vivir y morir en él con vuestros más fieles servidores, penetrando enteramente y abrasado de vuestro amor.
Propósito: Dirígete a mi siervo (el P. de La Colombiere) y dile de mi parte que haga todo lo posible para establecer esta devoción y dar este gusto a mi divino Corazón; que no se desanime por las dificultades que para ello encontrará, y que no le han de faltar. Pero debe saber que es todopoderoso aquel que desconfía enteramente de si mismo para confiar únicamente en Mí. (Jesús a Sta. Margarita).
Oración para el día quinto:
Acto de confianza: Así que seguro estoy de ser eternamente bienaventurado, porque espero firmemente serio, y porque eres Tú, Dios mío, de quien lo espero.»En ti, Señor, he esperado; no quede avergonzado jamás» (Sal 30,2; 70,1).
Lectura: No quiero temer ya ni las ilusiones, ni los artificios del demonio, ni mi propia debilidad, ni mis indiscreciones, ni aun siquiera mi desconfianza; porque Vos debéis ser mi fortaleza en todas mis cruces, y me prometisteis serio a proporción de mi confianza. «Todo lo puedo en Aquel que me conforta» (Flp 4,13). Vos en todas partes estáis en mí y yo en Vos; luego en cualquier parte que me encuentre, ante cualquier peligro, cualquier enemigo que me amenace, tengo mi fuerza conmigo.
Propósito: Me promete Dios ser mi fortaleza, según la confianza que tenga en El. Por esto he resuelto no poner límites a esta confianza y extenderla a todo. Me parece que en lo sucesivo debo servirme de nuestro Señor como de un escudo que me rodea, y que opondré a todos los dardos de mis enemigos.
Oración para el día sexto:
Acto de confianza: Conocer, demasiado conozco que por mi soy frágil y mudable; sé cuanto pueden las tentaciones contra las virtudes más robustas, he visto caer las estrellas del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de eso logra acobardarme.
Lectura: Lo cierto es que, de todas las confianzas, la que más honra al Señor es la de un pecador insigne que está tan persuadido de la misericordia infinita de Dios, que todos sus pecados le parezcan como un átomo en presencia de esa misericordia.
Propósito: Sólo se encuentra la paz en el total olvido de sí mismo. Es necesario que nos resolvamos a olvidarnos hasta de nuestros intereses espirituales, para no buscar más que la pura gloria de Dios.
Oración para el día séptimo:
Acto de confianza: Mientras yo espere, estoy a salvo de toda desgracia; y de que esperaré siempre estoy cierto, porque espero también esta esperanza invariable.
Lectura: No dude de que Dios le ha de dar por sí, o por ese confesor, todo lo que le sea necesario, ni de que nunca dejará perecer un alma que preferirla morir antes que desagradarle. Le confieso que no pueda perdonar ni un instante de inquietud a una sierva de Jesucristo. Es una gran injuria a su Señor, que soporta, conserva y coima de bienes a sus mayores enemigos; piense si querrá perder a los que no sueñan sino en servirle.
Propósito: Es necesario ser paciente con buena fe, y dulce como Jesucristo hasta el fondo del alma. Le recomiendo esta virtud sobre todas las cosas, es preciosa a los ojos de Dios. Es dulce hablar de lo que se ama, pero más todavía con Jesucristo dentro de su corazón.
Oración para el día octavo:
Acto de confianza: En fin, para mi es seguro que nunca será demasiado lo que espere de Ti, y que nunca tendré menos de lo que hubiere esperado. Por tanto, espero que me sostendrás firme en los riesgos más inminentes y me defenderás en medio de los ataques más furiosos, y harás que mi flaqueza triunfe de los más espantosos enemigos.
Lectura: Teme usted que Dios le mande pruebas que no pueda soportar; es un pensamiento que le pasa por la imaginación, porque si creyera que así lo siente no le perdonaría esa desconfianza y el ultraje que haría a la sabiduría y a la bondad de nuestro Señor. No llega a entender todavía que es El principalmente quien lo hace todo en nosotros, excepto los pecados, y que no debemos considerar ni nuestras faltas ni nuestra debilidad, sino esperarlo todo de Él.
Propósito: Bien se yo que se puede comulgar de tal forma que no se saque ningún fruto; pero sostengo que eso no puede ser consecuencia de acercarse demasiado frecuentemente. Creo que los que comulgan cada ocho días sin ser por eso mejores, serían peores si comulgasen más de tarde en tarde; que ninguna indisposición, exceptuando el pecado mortal, puede impedir el efecto del sacramento que es el de santificar el alma, de darle fuerzas y vigor para hacer el bien y resistir al mal; que como cada vez que se comulga se recibe un aumento de mérito y de gracia habitual, es necesario que una comunión nos disponga para aprovecharnos de otra; y, por consiguiente, cuantas más comuniones se hacen, más se está en disposición de aprovechar de las que se deben hacer.
Oración para el día noveno:
Acto de confianza: Espero que Tú me amarás a mí siempre y que te amaré a Ti sin intermisión, y para llegar de un solo vuelo con la esperanza hasta donde puede llegarse, espero a Ti mismo, de Ti mismo, oh Creador mío, para el tiempo y para la eternidad. Amén.
Lectura: Este Corazón se encuentra aún, en cuanto es posible, en los mismos sentimientos y, sobre todo, siempre abrasado de amor para con los hombres; siempre sensible a nuestros males; siempre apremiado del deseo de hacernos participantes de sus tesoros y de dársenos a sí mismo; siempre dispuesto a recibirnos y a servirnos de asilo, mansión, de paraíso, ya en esta vida. A cambio de todo no encuentra en el corazón de los hombres más que dureza, olvido, desprecio, ingratitud. Ama y no es amado y ni siquiera es conocido su amor; porque no se dignan los hombres recibir los dones por los que quiere atestiguarlo, ni escuchar las amables e íntimas manifestaciones que quiere hacer a nuestro corazón.
Propósito: En cuanto a usted, ponga toda su confianza en Dios y no en criatura alguna; ponga toda su esperanza en El; espérelo todo de El, y no de criatura alguna; ni aun de sus directores, quien quiera que sean; no pueden nada sin Nuestro Señor, y El lo puede todo sin ellos.
Meditaciones para la Hora Santa
“Tengo algo que decirte…” (Lc. 7,4) Importa mucho que fijes en tu cabeza y más en tu corazón este anuncio: EL CORAZÓN DE JESÚS EN EL SAGRARIO TIENE ALGO QUE DECIRTE. Como a Simón, el fariseo desatento que lo convidó a comer, te dice a ti: “Tengo algo que decirte”. Y antes de que le respondas, como aquél, “Maestro di”, quiero y te ruego que te detengas un poco a saborear esas palabras. ¡Dicen tanto al que las medita, que ellas solas calmarían más de una tempestad y disiparían» más de una tristeza…!
Fíjate en el afectuoso interés que revela ese tener Él, ¿sabes quién es Él?, que decirte algo a ti, a ti. ¿Te conoces un poquito?
¡Él a ti! ¿Puedes medir toda la distancia que hay entre esos dos puntos? ¿No? Pues tampoco podrás apreciar cumplidamente todo el valor de ese interés que tiene Él en hablarte a ti. ¡Él a ti!
Una comparación te dará idea aproximada de lo que significa ese interés.
Respóndeme: ¿Hay mucha gente en el mundo que tenga interés en decirte algo? ¡Claro! Como es tan reducido el número de los que te conocen, en comparación con los que no te conocen, puedes afirmar que la casi totalidad de los hombres no tienen nada que decirte. Y entre los que te conocen, ¿sabes si son muchos los que tienen algo que decirte?
La experiencia sin duda te habrá enseñado que de los que te conocen quizás no sean pocos los que digan de ti, ¡se habla tanto de los demás!, pero a ti, fuera de los mendigos y necesitados, ¿verdad que son muy pocos los que tienen que decirte algo que te interese, sólo para ti, que te haga bien?
¡Verdaderamente despertamos tan escaso interés en el mundo!
¿QUÉ INTERÉS DESPIERTO YO?
Nosotros tan insignificantes, pese a nuestro orgullo, en el mundo y ante los hombres; nosotros, para quienes ni los reyes, ni los sabios, ni los ricos, ni los poderosos, ni aún casi nadie en el mundo tienen ni una palabra ni un gesto de interés, sabemos, ¡bendito Evangelio que nos lo ha revelado!, que el Rey más sabio, rico, poderoso y alto nos espera a cualquier hora del día y de la noche en su Alcázar del Sagrario para decirnos a cada uno con un interés revelador de un cariño infinito la palabra que en aquella hora nos hace falta.
Y ¡que todavía haya aburridos, tristes, desesperados, despechados, desorientados por el mundo! ¿Qué hacen que no vuelan al Sagrario a recoger su palabra, la palabra que, para esa hora suprema de aflicción y tinieblas, les tiene reservada el Maestro bueno que allí mora?
Y ¡tiene tanto valor esa palabra! ¿No has visto cómo se calma el ansia del enfermo dudoso de la gravedad de su mal al oír al médico la palabra tranquilizadora y anunciadora de pronta mejoría? ¡Y la palabra del médico no cura! ¡La Palabra del Sagrario, sí!
Alma creyente, lee en buena hora libros que te ilustren y alienten, busca predicadores y consejeros que con su palabra te iluminen y preparen el camino de tu santificación; pero más que la palabra del libro y del hombre, busca, busca la palabra que, para ti, ¿lo oyes?, para ti solo tiene guardada en su Corazón para cada circunstancia de tu vida el Jesús de tu Sagrario.
Ve allí muchas veces para que te dé tu ración, que unas veces será una palabra de la Sagrada Escritura o de los santos que tú conocías, pero con un relieve y un sentido nuevos, otras veces será un soplo, un impulso, una dirección, una firmeza, una rectificación, no tienes que pronunciar con el alma estas dos palabras:
“Maestro, di…”
Y sumergido en un gran silencio, no sólo de ruidos exteriores, sino de tus potencias, sentidos y pasiones, espera la respuesta suya.
Que te la dará, no lo dudes.
¡Qué grande es la misericordia de Dios!
Ave María
¡Qué grande es la misericordia de Dios! Cómo se ensancha el corazón al contemplar la misericordia divina. El hombre no es nada…, quizás sea peor que nada; su vida sobre la tierra es algo tan sin importancia, que no se concibe.
Dios es infinito… Su existencia desde la eternidad no cabe en inteligencia humana.
He aquí dos cosas, el hombre y Dios. Dos seres distintos, infinitamente distintos… Creeríase pecado de soberbia el pretender siquiera compararlos… Dios que no cabe en los cielos, y cuya idea hace llegar a la locura al alma del hombre; el hombre…, miseria, pecado, pequeñez…, átomo indivisible en el espacio.
¡Qué grande es la misericordia de Dios!
El alma de ese hombre, que hoy se ha acercado en la comunión a Dios, no sabe expresarla. ¡Qué grande es la misericordia de Dios!
El corazón de ese pobre hombre trapense que hoy, sin él comprenderlo, atónito de admiración, ha tenido dentro de sí a Dios…, no sabe decir nada.
¡Qué grande es la misericordia de Dios! Esta exclamación la va repitiendo lentamente, sin llegar a comprenderla… Su alma se abisma en la grandeza del Criador, que se digan descender hasta la criatura…
Y en las misteriosas y calladas horas de la noche, el trapense medita, en los misterios de su religión…, en los misterios de un Dios, que siendo Dios, se hizo hombre, y no contento con eso, se oculta en la humildad de un Sagrario, para ser nuestro consuelo sobre la tierra.
El monje también se esconde a las miradas del mundo, para tratar con su Dios, y en las tranquilas horas transcurridas en su presencia, halla el trapense hartamente recompensada, la austeridad de su vida… En los dulces coloquios con Jesús, su silencio monacal…, y en los tesoros de gracias sobrenaturales, su sacrificio y crucifixión al mundo.
¡Qué grande es la misericordia de Dios!, va lentamente repitiendo por los claustros del Monasterio, mientras las primeras luces del alba penetran poco a poco a través de los amplios ventanales, anunciando la aparición del sol… Y el nuevo día amanece como contestando con los trinos de los pájaros, y la alegría de la luz, a la exclamación de ese trapense, que allá adentro en su corazón, no se cansa de cantar las misericordias y las grandezas del dueño absoluto de la creación entera.